Se olvidaron de que tenían psique
Por Jesús Antonio Fernández Olmedo
La crisis espiritual humana y la desconexión con la vida se ha vuelto evidente desde la llamada revolución industrial, cuando el ser humano comenzó a desligarse de su esencia espiritual para centrarse únicamente en lo material. En pleno siglo XXI, esta visión reduccionista lleva a muchos a pensar que son solo materia, concluyendo que todo finaliza con la muerte. El resultado se refleja en sociedades más prósperas económicamente, donde jóvenes y adultos se pierden en excesos de alcohol, drogas y actos destructivos, gozando incluso del sufrimiento ajeno. La paradoja es clara: un ser considerado “evolucionado” ha transformado su mente en un arma al servicio de la ambición desmedida.
La paradoja es clara: un ser considerado “evolucionado” ha transformado su mente en un arma al servicio de la ambición desmedida. Surge entonces una pregunta: ¿qué poder buscan quienes acumulan riquezas, propiedades o poder político si, en cualquier instante, la muerte puede llegar? La crisis espiritual humana se desnuda al recordar que lo material jamás garantiza trascendencia.
La mente sin orientación
El ser humano, dotado de psiquis y responsable de grandes avances en ciencia, medicina o incluso viajes a la Luna, sigue siendo profundamente frágil. Basta una tormenta, un incendio o un tornado para recordarnos nuestra vulnerabilidad. El progreso tecnológico no elimina la posibilidad de que una catástrofe natural o un evento cósmico arrase la civilización en cuestión de horas.
Retomar el camino perdido
Frente a esta realidad, la única salida coherente es reorientar la vida hacia la trascendencia. La crisis espiritual humana exige dejar de lado la obsesión por el poder y enfocarse en proteger la vida, cuidar al otro y crear con sentido. La autoprogramación en dirección a lo esencial se convierte en la vía para corregir un camino equivocado que amenaza con llevar a la humanidad al colapso.
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