Narrativas oficiales, bots y censura: el nuevo control mental en República Dominicana

José Ml. Taveras
Escritor, corrector y editor de textos | Humanista
La manipulación de las masas
Desde los regímenes totalitarios del siglo XX hasta los algoritmos de redes sociales del siglo XXI, el control de las masas ha evolucionado con las herramientas disponibles, pero ha mantenido un principio constante: la manipulación de la percepción a través de relatos artificiales construidos desde el poder.
Estas narrativas no orgánicas, es decir, discursos o narrativas diseñadas estratégicamente para inducir emociones, justificar decisiones y suprimir el pensamiento crítico, se han convertido en una herramienta central para gobiernos y actores de poder.
Goebbels y la sistematización de la propaganda
Paul Joseph Goebbels, ministro de propaganda del Tercer Reich, es considerado uno de los pioneros en el uso sistemático de la propaganda como arma política y cultural. Su visión estaba anclada en el principio de que la propaganda debe ser popular y adaptarse a la capacidad de comprensión del pueblo (Herf, 2006).
Por su parte, Goebbels diseñó campañas que usaban el cine, la radio y los periódicos para construir una narrativa de supremacía racial, orden y obediencia al Führer.
El uso del antisemitismo como elemento central en esa narrativa demuestra cómo se puede crear un enemigo simbólico para cohesionar a la población. El historiador Ian Kershaw sostiene que el nazismo se sustentó más en la creación de una cultura política emocional que en argumentos racionales (Kershaw, 2008).
Si el mensaje viene del poder, no es verdad: es estrategia. / Imagen: generada por IA
La Guerra Fría y el enfrentamiento ideológico
Durante la Guerra Fría, tanto el bloque capitalista liderado por Estados Unidos como el socialista liderado por la URSS utilizaron intensamente la propaganda. En la URSS, los medios estatales construyeron el mito del “hombre nuevo soviético” y censuraron cualquier visión alternativa (Volkogonov, 1998).
En Estados Unidos, el Comité de Actividades Antiestadounidenses y la figura de Joseph McCarthy difundieron un discurso del miedo hacia el comunismo, lo que llevó a la persecución de artistas, profesores y científicos (Schrecker, 1998).
Ambas potencias mostraron cómo las narrativas podían moldear no solo la política, sino también el arte, la ciencia y la vida cotidiana. Por lo que la desinformación y la censura se convirtieron en formas de poder blando.
Dictaduras latinoamericanas y narrativa del orden
En América Latina, las dictaduras militares de las décadas de 1960 y 1970 usaron los medios estatales y la censura para imponer una narrativa única. En Chile, Argentina, Brasil y República Dominicana, las juntas militares se presentaron como garantes de la estabilidad frente al “caos comunista”.
Autores como Martin-Barbero (1987) explican que estas narrativas se impusieron a través del control de los medios, la educación y la religión.
En el caso dominicano, Joaquín Balaguer empleó con eficacia la narrativa del “orden y progreso”, mientras silenciaba opositores y reprimía libertades básicas (Espinal, 1994). Estas narrativas no orgánicas ocultaban las graves violaciones a los derechos humanos.
Posguerra y la espectacularización de la narrativa
Con la masificación de la televisión entre los años 1980 y 2000, los gobiernos y medios comenzaron a usar el espectáculo como forma de control. Un ejemplo que ilustra es la Guerra del Golfo (1990-1991), donde CNN transmitió en vivo una narrativa “higienizada” del conflicto.
Baudrillard (1991) afirmó que “la guerra no tuvo lugar” en el sentido simbólico: fue convertida en una puesta en escena sin cadáveres, sangre ni tragedia, reemplazada por efectos especiales y voces autorizadas.
El 11-S y la narrativa del terror
Después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, el gobierno estadounidense lideró una de las campañas de propaganda más amplias del siglo. Se difundió la idea del “eje del mal” y se justificaron guerras preventivas tanto en Irak como en Afganistán, basadas en supuestas armas de destrucción masiva que nunca se encontraron.
Judith Butler (2004) argumenta que esta narrativa del terror convirtió a poblaciones enteras en sujetos prescindibles, al deshumanizar a los enemigos de EE.UU. en el discurso público.
El control mental en este período se ejerció a través del miedo, la repetición de imágenes y la estigmatización del disenso.
Posverdad y redes sociales: el nuevo campo de batalla
Desde 2010 en adelante, con la proliferación de redes sociales y algoritmos personalizados, el control de narrativas entró en una fase más compleja. La “posverdad” -concepto definido por Ralph Keyes (2004) como la era en que lo emocional pesa más que lo factual- se convirtió en el terreno donde operan las nuevas formas de manipulación.
El caso de Cambridge Analytica (2016), en el que datos personales fueron usados para diseñar mensajes emocionales y polarizantes que influyeron en votaciones como el Brexit y la elección de Trump, evidenció que el control mental moderno ya no requiere de ministerios de propaganda. Basta con microtargeting, desinformación viral y cámaras de eco.
Pandemia, biopolítica y control narrativo
Durante la crisis sanitaria del COVID-19 (2020-2022), se desarrollaron nuevas formas de narrativa no orgánica en nombre de la salud pública. Muchos gobiernos promovieron discursos homogéneos y censuraron voces disidentes, incluso dentro del ámbito científico. Aunque algunas medidas fueron necesarias, autores como Giorgio Agamben (2021) alertaron sobre los riesgos de convertir la biopolítica en justificación del autoritarismo.
La pandemia demostró que las crisis permiten a los gobiernos fabricar relatos únicos, invisibilizar errores de gestión y reforzar su control sobre la ciudadanía mediante el lenguaje del deber y el miedo.
El caso dominicano
En el siglo XXI, el control del pensamiento ya no depende exclusivamente de la censura tradicional o de discursos totalitarios explícitos. Hoy, la manipulación de las masas opera desde la sutileza: contratos millonarios con comunicadores, uso de redes automatizadas y marcos legales que restringen la crítica.
En la República Dominicana, estos tres elementos han comenzado a confluir peligrosamente, dando paso a una forma moderna de control mental mediante narrativas no orgánicas.
En este artículo sostengo que, aunque vivimos formalmente en democracia, el Estado dominicano ha adoptado tácticas propias de regímenes de propaganda para dominar el discurso público, invisibilizar la oposición y perseguir la disidencia digital, especialmente en un contexto donde se intenta aprobar legislación que amenaza la libertad de expresión.
Vengoechea y Santana: los arquitectos de la persuasión masiva
El control mental en República Dominicana no sería posible sin los arquitectos estratégicos que diseñan la narrativa política desde las sombras. En este contexto, dos nombres sobresalen como ingenieros de la manipulación simbólica a gran escala: Mauricio de Vengoechea y Joao Santana.
El caso de Mauricio de Vengoechea
Mauricio de Vengoechea, consultor político colombiano, ha sido pieza clave en la construcción del discurso y la imagen tanto de Leonel Fernández como de Luis Abinader. Su método, basado en la segmentación emocional del electorado, el control del relato en medios y el uso intensivo de encuestas para modelar mensajes, ha sido fundamental para crear una percepción pública favorable al poder, incluso en momentos de crisis.
Vengoechea no solo diseña campañas; moldea la realidad simbólica en la que los ciudadanos procesan la política, con técnicas de neuromarketing y análisis del lenguaje que buscan provocar adhesión emocional antes que convicción racional. Su papel ha sido tan influyente que, en palabras de analistas políticos, la narrativa dominante en los últimos tres gobiernos ha sido una creación profesional más que una expresión auténtica del sentir popular.
La arquitectura de Joao Santana
Por otro lado, en el gobierno de Danilo Medina, la función de estratega la desempeñó el brasileño Joao Santana, conocido por su trabajo en América Latina con figuras como Lula da Silva y Hugo Chávez.
Santana fue más allá del marketing: implementó una arquitectura de manipulación mediática que combinaba encuestas emocionales, control de los medios aliados y segmentación digital. Su estilo era crear una ilusión de cercanía, mientras se blindaba al poder de toda crítica sustancial.
Aunque Santana fue arrestado por corrupción en Brasil como parte del caso Lava Jato, en República Dominicana su legado comunicacional perdura: una política hecha de eslóganes emotivos, imágenes idealizadas y apagamiento del debate crítico.
Ambos asesores, aunque con estilos distintos, comparten una misma lógica: la política como construcción narrativa, como espectáculo más que como debate democrático. Su influencia sobre los presidentes y sobre el aparato comunicacional del Estado ha sido tan profunda que es imposible entender el control mental actual sin nombrarlos.
La nómina de comunicadores: propaganda bajo contrato
En la República Dominicana, distintos medios han revelado la existencia de una amplia nómina de comunicadores contratados por el Estado para difundir la narrativa oficial. Esta práctica, aunque no es nueva, se ha intensificado con gobiernos recientes, que destinan recursos públicos a contratar periodistas, influenciadores y figuras de los medios para blindar su imagen y neutralizar las críticas.
Un reportaje de El Informe con Alicia Ortega (2019) reveló que decenas de comunicadores recibían pagos fijos, muchos sin justificación laboral clara. Aunque esta práctica fue más visible durante el gobierno de Danilo Medina, se ha mantenido bajo otras formas durante la actual administración.
Estos contratos no solo representan un conflicto ético, sino que crean una falsa pluralidad en la opinión pública, ya que muchos de estos actores operan como amplificadores del gobierno sin revelar sus vínculos financieros.
Este aparato se alimenta además de una inversión creciente en publicidad estatal. De acuerdo con Participación Ciudadana y el Diario Libre, en 2023 el gobierno dominicano destinó RD$7,903 millones a propaganda, el mayor monto en la historia del país.
Datos del presupuesto nacional
A pesar de las críticas, en 2024 la Ley 80-23 del Presupuesto General del Estado asignó RD$4,197.5 millones solo para propaganda, un aumento de RD$2,138.5 millones respecto al presupuesto del año anterior. Incluso si se compara con los niveles más altos del gobierno anterior, el gasto actual supera en RD$680 millones el monto ajustado al valor presente neto del gobierno de Danilo Medina, que fue de RD$7,200 millones, según análisis de Participación Ciudadana.
Bots y redes: la finca digital del poder
Además del uso de voces humanas en los medios tradicionales, el poder político en República Dominicana ha dado el salto hacia el uso de tecnologías automatizadas para controlar la opinión pública.
En el 2021, se denunciaron vínculos entre el hermano del presidente Luis Abinader y el uso de bots en redes sociales para amplificar propaganda oficialista y atacar a críticos del gobierno.
Aunque no se ha judicializado formalmente, las evidencias apuntan a una operación sistemática, especialistas en ciberpolítica advierten que se trata de una operación de manipulación digital organizada, diseñada para amplificar propaganda y silenciar la crítica.
El control mental
Este tipo de control manipula el discurso digital mediante bots automatizados, este fenómeno replica el modelo de troll centers y granjas de bots ya utilizados por regímenes como el de Nayib Bukele en El Salvador, Andrés Manuel López Obrador en México o incluso por campañas internacionales como las de Trump y Bolsonaro.
Por lo descrito anteriormente, el control mental ya no necesita censura explícita: basta con saturar la conversación con voces falsas para hacer que la crítica parezca marginal o radical.
De este modo, las redes sociales se convierten en trincheras de batalla simbólica, donde miles de cuentas falsas simulan apoyo popular. Este fenómeno replica los troll centers documentados en países como El Salvador y México. En lugar de reprimir, el nuevo autoritarismo digital abruma al disidente hasta borrarlo de la conversación.
Proyecto de Ley de Libertad de Expresión: la amenaza legal
A estas prácticas se suma ahora una amenaza institucional: el intento de aprobar el Proyecto de Ley de Libertad de Expresión y Medios Audiovisuales, que contiene artículos ambiguos y peligrosos para la libertad de prensa y la expresión ciudadana.
Distintos sectores, como el Colegio Dominicano de Periodistas, Fundamedios y la Sociedad Dominicana de Diarios, también innumerables comunicadores han denunciado que esta ley permitiría la censura previa y sanciones penales a quienes publiquen “información ofensiva o dañina”, sin definir claramente esos términos.
En un contexto donde el gobierno ya controla parte del discurso mediante contratos y bots, esta ley sería el marco jurídico perfecto para perseguir la crítica con legitimidad formal. Como ha advertido Human Rights Watch en informes recientes sobre América Latina, la tendencia a legislar contra la desinformación ha sido utilizada como excusa para acallar voces disidentes.
Continuidad histórica del control narrativo
Estas prácticas no son nuevas en el país. Durante el régimen de Trujillo, el control del discurso se ejercía por la vía directa: censura, represión y culto a la personalidad. Balaguer lo hizo mediante el control del aparato estatal, la prensa y el miedo. Lo nuevo es la combinación de estos métodos tradicionales con estrategias digitales modernas, que permiten al gobierno parecer democrático mientras manipula la conversación pública.
Como sostiene el politólogo Steven Levitsky, “los autoritarismos modernos no desmantelan las democracias de golpe, sino que las vacían de contenido desde dentro” (Levitsky & Ziblatt, 2018). La democracia dominicana corre ese riesgo si no se establecen límites claros al uso de fondos públicos para propaganda, si no se regulan los bots estatales y si se aprueba legislación que criminalice el disenso.
Chomsky y las estrategias de manipulación
Estas acciones reflejan lo que se conoce como las «10 estrategias de manipulación mediática», atribuidas a Noam Chomsky y sistematizadas por sus seguidores. Entre ellas destacan: crear distracción, infantilizar al público, apelar a emociones en vez de razones, mantener al pueblo en la ignorancia, y fabricar problemas para luego ofrecer soluciones prediseñadas.
En República Dominicana, estas estrategias se manifiestan en la narrativa oficial que invisibiliza la corrupción, justifica la censura legal y desacredita la crítica como «desinformación».
Las prácticas descritas en República Dominicana se alinean con lo que se ha divulgado como las «10 estrategias de manipulación mediática», atribuidas a Noam Chomsky y popularizadas en medios de educación crítica. A continuación se detallan algunas de ellas, aplicadas al contexto local:
Las 10 estrategias aplicadas al caso dominicano
- Distraer: Exceso de contenidos superficiales en medios, como espectáculos o conflictos políticos menores, desvía la atención de temas estructurales como la corrupción o el gasto público en propaganda.
- Crear problemas y ofrecer soluciones: El gobierno señala la desinformación como un problema y plantea leyes que limitan la expresión como “solución”.
- Gradualidad: Se introducen restricciones en etapas, normalizando la censura bajo pretextos como “discursos de odio” o “protección ciudadana”.
- Diferir decisiones dolorosas: Se anuncian reformas legales que “aún no se aplicarán”, pero que preparan el terreno para restricciones futuras.
- Dirigirse al público como si fuera infantil: La narrativa oficial repite argumentos simples, emocionales, que minimizan la capacidad crítica del ciudadano.
- Apelar a emociones más que a la reflexión: Campañas de miedo, nacionalismo o victimización del gobierno refuerzan el control simbólico.
- Mantener al público en la ignorancia: Falta de acceso a datos reales sobre el uso de fondos públicos o sobre procesos legislativos clave.
- Fomentar la complacencia: Se promueve la idea de que “si criticas, eres enemigo del país”, lo cual suprime la crítica legítima.
- Refuerzo del autoengaño: Muchos comunicadores actúan como si fueran independientes, cuando en realidad están contratados por el gobierno.
- Conocer al público mejor que él mismo: A través del análisis de datos y redes, se segmenta y manipula la opinión pública con precisión psicológica.
Estas estrategias no operan por separado: juntas construyen una narrativa dominante que desactiva la capacidad crítica, criminaliza la disidencia y fortalece la hegemonía del gobierno.
Dorfman y Mattelart: el imperialismo simbólico
En 1971, los autores Ariel Dorfman y Armand Mattelart publicaron Para leer al Pato Donald, un libro revolucionario en los estudios de comunicación crítica. Su tesis central es que los productos culturales aparentemente inofensivos, como los cómics de Disney, reproducen de forma encubierta una ideología colonial, consumista y conservadora, donde el cambio social está ausente, los conflictos se resuelven con soluciones individuales y el sistema económico se presenta como natural e incuestionable.
Aplicado al caso dominicano actual, este análisis es revelador: el Estado promueve una narrativa mediática donde el poder no se cuestiona, los problemas estructurales desaparecen, y el ciudadano es reducido a consumidor de imágenes y emociones. Tal como en los cómics de Disney, el conflicto social es suprimido en favor del entretenimiento, y cualquier intento de pensar críticamente es visto como disonancia o amenaza.
Además, Dorfman y Mattelart denuncian que estos contenidos simbólicos despolitizan al pueblo, desactivan su capacidad transformadora y lo preparan para aceptar el orden dominante sin cuestionamientos. Lo mismo ocurre con los millones destinados a propaganda oficialista: convierten al Estado en productor cultural y al ciudadano en espectador pasivo.
No necesitas dictadura si dominas la narrativa; basta un mensaje bien diseñado para que la mentira suene a sentido común.. / Imagen: Generada por IA
Activar nuestro sentido crítico
Desde los discursos grandilocuentes de Goebbels hasta los hilos virales en X (antes Twitter), el control mental a través de narrativas no orgánicas se ha adaptado a cada época.
Hoy más que nunca, la manipulación de masas no requiere de censura abierta ni represión directa: basta con saturar el espacio público con versiones prefabricadas de la realidad. La defensa frente a esta estrategia requiere pensamiento crítico, educación mediática y acceso libre a la información. La narrativa no orgánica es una forma de control mental peligrosa porque convierte la mentira en norma y la crítica en sospecha.
En nuestro país, el gobierno ha articulado un sistema sofisticado de manipulación simbólica mediante contratos con comunicadores, bots automatizados y leyes mordaza, todo ello financiado con sumas históricas de dinero público. Este tipo de control no necesita represión física: basta con adormecer el pensamiento crítico y saturar la opinión pública de falsos consensos.
Como advirtieron Chomsky, Dorfman y Mattelart, los medios no solo informan, también forman subjetividades, crean consensos y consolidan hegemonías. La defensa de la democracia hoy pasa por identificar esas narrativas, desmontarlas críticamente y recuperar el derecho ciudadano a pensar, disentir y transformar.
Por ello, frente a esta amenaza, es urgente una ciudadanía activa, periodismo independiente y legislación que proteja la transparencia y la libertad, no que las aplaste.
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