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sábado, agosto 2, 2025

TOMAS MARRERO S.J.

Por Ramon Valdez Monchi

Era gigante el padre Tomás Marrero S.J., con un espíritu que apenas cabía en su breve cuerpo, con una humildad a prueba de mentiras, nos dijo que su recorrido había iniciado en San Miguel, que luego, oficiaba misas junto a casas desvencijadas en Guachupita, Los Guandules y La Ciénaga, en medio de los pobres, y les leía el Nuevo Testamento con invocaciones para fomentar la rebeldía y aclarar la conciencia de los adormecidos por el despotismo ilustrado de Balaguer.
 
Al principio lo ignoraron, qué puede un pobre cura, sin representación social, pensaron, no podría influir en los destinos de nadie. Además, ¿desde cuándo, los curas, se atrevieron a dejar la seguridad de los templos para irse a vivir a los barrios? Y él junto a Jorge Cela, Benjamín González y Pepe Olmos, se atrevió a dejar la seguridad de la casa de la Compañía, para aventurarse a vivir el evangelio de los “En Pobre Sidos”.
 
 

Las palabras del padre Marrero recorrían nuestro mundo desde aquella sede ribera del Ozama, entonces llena de pájaros y peces donde el crepúsculo era una jaula de barro y color. Cuando vinieron a darse cuenta, ya el padre Marrero era un símbolo. Los jóvenes de la pensión, (unas ideas que empezó con una casita en San isidro, San Cristóbal), los del Loyola, los de Guachupita, hasta los pequeños utópatas del Comité de Cristianos por el Pueblo en Enriquillo de Herrera, los que fuimos a sus retiros y campamentos, de los bebimos sus palabras y cantábamos lo mismo a Miguel Matos que a los Hermanos Mejía Godoy, aquellas canciones invencibles que revelaban a un Cristo resucitado, vivo, cotidiano, compañero y entre nosotros, entre las cañadas, los callejones, los libros y el trabajo, y se hizo un cielo claro de luz y de valor.

Era tantas cosas el padre Marrero, que nosotros lo veíamos muy alto, pero muy hermano, inalcanzable en su convicción, pero tan lleno de referencias para seguir; un cura nuevo que salvaba la palabra evangélica del ocaso del conformismo decadente, de la aceptación cobarde, del acomodamiento. Un personaje de las novelas, un héroe que nos mostró unos libros extraños de una tal Teología de la Liberación, un amigo que nos habló de Casaldáliga, de Romero, lo mismo que la espiritualidad de San Ignacio, que nos hablaba de liberación, de un Cielo Nuevo y una Nueva Tierra, que nos hacía cabalgar por las estepas de la esperanza.
 
Han pasado los años, nosotros los de entonces, ya no somos tan jóvenes, vinieron otros jóvenes, otros años, otros tiempos. Algunos se acomodaron, otros se quedaron, otros se sembraron en otras patrias, y otros continúan, insistiendo, persistiendo de manera testadura, en que otra patria es posible, en que la urgencia del evangelio de Jesús todavía es válida, de que aun queda esperanza para los “En Pobre Sidos”.
 
A sus 92 años, ya su cuerpo no le respondía como antes, y hasta las palabras se negaban a marchar al ritmo de su pensamiento aún lúcido. Hoy se nos fue Tomás Marrero, como un suspiro, cuando nadie lo esperaba, tal vez como un último acto de rebeldía.
 
Vete en paz querido Tomás, las semillas del Reino fueron sembradas en buena tierra.
 

Cuando vinieron a darse cuenta, ya el padre Marrero era un símbolo. Los jóvenes de la pensión, (unas ideas que empezó con una casita en San isidro, San Cristóbal), los del Loyola, los de Guachupita, hasta los pequeños utópatas del Comité de Cristianos por el Pueblo en Enriquillo de Herrera, los que fuimos a sus retiros y campamentos…

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Luis Ramón Valdez
Luis Ramón Valdezhttps://www.alcarrizos.news
Es economista, Especialista en Asociatividad Empresarial y Cooperación Productiva. En énfasis en asociatividad productiva, promoción de relaciones socio técnicas, MiPymes y territorio. Formulación y gestión de proyectos de desarrollo social y productivo. Desarrollo local, y temas vinculados con promoción de la Empleabilidad y organización de la producción con municipalidades.

2 COMENTARIOS

  1. Un ejemplo de vida, su mayor legado fue enseñarnos amar al prójimo y sobretodo a los pobres, a los excluidos… marcó la vida de varias generaciones de jóvenes que él sirvió de inspiración

    • Su humildad, enseñanza y amor al prójimo ha marcado mi vida. Hombre de bien. Discípulo de Dios. Sus obras y enseñanzas han quedado muy dentro de cada una-o de nosotros. María Orquidea

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