Treinta días sin justicia: el colapso de Jet Set revela negligencia y abandono
SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Este jueves 8 de mayo, se cumplió un mes del colapso del techo de la discoteca Jet Set, un lugar que durante medio siglo fue sinónimo de fiesta y que en una fatídica madrugada se convirtió en un cementerio de sueños. Más de 230 personas perdieron la vida y cerca de 200 resultaron heridas en una tragedia que aún sacude a República Dominicana.
Ayer, frente a los escombros de la Avenida Independencia, familiares de las víctimas y sobrevivientes se reunieron, no solo para recordar, sino para gritar una exigencia que el tiempo no ha apagado: justicia. Pero las respuestas no llegan, la investigación se arrastra en un pantano de burocracia, y las autoridades parecen cómodas en una pasividad que indigna.
El desplome del techo de la discoteca Jet Set no fue un simple accidente; fue una puñalada al alma de un país que aún se pregunta cómo un ícono cultural, frecuentado por figuras como el merenguero Rubby Pérez, la gobernadora Nelsy Cruz o los exbeisbolistas Octavio Dotel y Tony Blanco, pudo convertirse en una trampa mortal.
Lo que debería ser una carrera contra el tiempo para esclarecer causas y señalar culpables se ha transformado en un insulto: un proceso lento, opaco y plagado de fallas que hieren aún más a quienes ya lo han perdido todo.
Una investigación que se burla del dolor
La Procuraduría General de la República prometió una investigación penal para determinar si hubo negligencia, fallas estructurales o violaciones legales. Pero, un mes después, el silencio es ensordecedor. No hay informes oficiales, no hay responsables identificados, y las hipótesis –un diseño estructural deficiente, el impacto de un incendio en 2023 que pudo debilitar el edificio– siguen siendo ecos sin respuesta.
“Nos piden paciencia, pero ¿paciencia para qué? ¿Para que olviden a nuestros muertos?”, reclama Shailyn Peña, hija de Máximo Peña, una de las víctimas, mientras sostiene una pancarta con su rostro en la protesta de ayer.
Sobrevivientes y exempleados han denunciado que la administración de Jet Set, liderada por Antonio Espaillat, ignoró señales de peligro. Arena y escombros cayendo del techo semanas antes del colapso eran gritos de alerta que los responsables nunca escucharon.
Espaillat, en un comunicado que suena a excusa, prometió “colaborar” con las autoridades, pero su palabra no calma a quienes ven el local reducido a polvo y sus vidas destrozadas. ¿Cómo un lugar renovado en 2010 y 2015, con capacidad para 2,000 personas, escapó al escrutinio necesario? La pregunta flota, pero las respuestas no llegan.
Actas de defunción incompletas: una bofetada burocrática
El dolor de los familiares se agrava con una afrenta administrativa: muchas actas de defunción no registran el lugar del fallecimiento. Este “detalle” no es menor; sin él, los procesos legales para reclamar seguros o presentar demandas se enredan en un laberinto burocrático. “Mi hermano está muerto, y el acta dice ‘lugar desconocido’. ¿Cómo es posible tanta indiferencia?”, cuestiona María Luisa Taveras, cuya hermana Luisa María, madre de tres hijos, sigue atrapada en un limbo documental. Organizaciones como RDSomosPueblo han denunciado esta negligencia, que no solo complica los reclamos, sino que profundiza el sentimiento de abandono.
La Defensoría del Pueblo ha instado a las familias a buscar compensaciones a través del seguro de la discoteca, pero sin datos claros en los documentos, el proceso es una pesadilla. Este manejo descuidado refleja una verdad incómoda: las autoridades, que deberían ser un pilar de apoyo, parecen más interesadas en controlar el escándalo que en resolverlo.
Familias tras treinta días sin justicia bajo terrible dolor e impotencia. / Generada por Grok (IA)
La pasividad que enciende la furia
El presidente Luis Abinader visitó el lugar horas después del colapso, prometiendo una “investigación exhaustiva”. Un mes después, esas palabras suenan huecas. La Oficina Nacional de Evaluación Sísmica y Vulnerabilidad de Infraestructura y Edificaciones (Onesvie) realiza inspecciones, pero sus hallazgos no se comparten.
La Fiscalía del Distrito Nacional entregó pertenencias de las víctimas –carteras, celulares, joyas–, pero no respuestas. “Nos devuelven cosas, pero no la verdad. Queremos saber quién falló, quién paga por esto”, gritó Wendy Figueredo, cuya hermana falleció en Jet Set, durante la manifestación de ayer.
Un país que no olvida, un grito que no calla
Jet Set, que por 50 años fue un templo de la celebración, es hoy un recordatorio de la fragilidad y la negligencia. Las imágenes de rescatistas entre escombros, de familias en morgues y de cuerpos en camillas siguen vivas en la memoria dominicana.
La misa en Haina del 13 de abril unió al país en el duelo, pero también en la indignación. “No queremos más condolencias; queremos culpables”, resumió un asistente.
A un mes de la tragedia, el clamor por justicia arde con más fuerza. Los familiares y heridos que ayer se reunieron frente a Jet Set no solo honraron a sus seres queridos; desafiaron a un sistema que, con su inacción y omisiones, parece empeñado en sepultar la verdad bajo los escombros.
La investigación debe avanzar, las actas deben corregirse, y las autoridades deben actuar. Porque 233 vidas no son un número en un informe, y el dolor de un país merece más que un silencio que ofende.
La eucaristía de este 8 de mayo fue un mosaico de dolor y rabia. Pancartas con mensajes como “Jet Set: negligencia mortal”, “No al silencio” y “Nuestros muertos exigen justicia” llenaron la avenida.
Los heridos, muchos aún con cicatrices visibles y en recuperación, se unieron al reclamo, pidiendo no solo castigo para los responsables, sino apoyo psicológico y económico.
La tragedia ha desnudado no solo las fallas de un edificio, sino las grietas de un sistema que responde con lentitud exasperante.
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