Vecinos San Rafael denuncian impotencia por indiferencia oficial
LOS ALCARRIZOS, Santo Domingo.- Los vecinos San Rafael en Los Alcarrizos denuncian que la música alta y los “teteos” de cada fin de semana han convertido su barrio en un infierno sonoro. Rodeados de bocinas y de la indiferencia de la Policía, aseguran que la paz ya no existe y que la desesperación los obliga a pensar en vender sus casas para escapar del abandono.
La urbanización San Rafael, en pleno corazón de Los Alcarrizos, ya no duerme. Desde la pandemia, cada sábado y domingo, las calles y el parque del sector se transforman en una discoteca a cielo abierto. Decenas de desaprensivos llegan con bocinas instaladas en vehículos, alcohol y música a todo volumen. Lo que antes era un espacio familiar, hoy es escenario de un caos insoportable.
Teteos y complicidad
Los vecinos San Rafael aseguran que denunciar es inútil. Afirman que algunos agentes policiales, en vez de intervenir, advierten a los organizadores de los “teteos” sobre quién los delató. Eso ha generado enfrentamientos y más miedo, porque nadie quiere exponerse a represalias. La indignación crece al recordar que la sede regional de la Policía Nacional está a menos de 150 metros del parque, pero la ley parece aplicarse a conveniencia.
Vehículos ajenos al sector
Cada domingo, uno o varios vehículos de fuera del barrio se apuestan alrededor del parque de San Rafael, en Los Alcarrizos Viejos, llevando intranquilidad a los residentes. Esta situación ha sido denunciada en múltiples ocasiones. Los vecinos denuncian que, para que la Policía actúe, hay que llamar a un coronel o general amigo de algunos residentes, lo que deja en evidencia el abandono institucional y la falta de autoridad frente a los infractores.

Una ley que no sirve
La Ley 287-04 contra el ruido, modificada en 2019, establece sanciones severas contra la contaminación sónica. Sin embargo, para los residentes, la norma es letra muerta. Las bocinas siguen rugiendo madrugada tras madrugada, mientras las autoridades locales permanecen de brazos cruzados. En San Rafael, la justicia se mide en decibeles, y la impunidad siempre gana.
Vecinos al límite
El impacto en la salud es evidente: insomnio, estrés, problemas auditivos y enfermedades asociadas al ruido. La desesperación ha llevado a muchos a contemplar la venta de sus viviendas. “La única salida es irse, porque aquí nadie nos defiende”, expresan con rabia. Lo que debería ser un barrio tranquilo se ha convertido en un campo de batalla donde el enemigo no es solo el ruido, sino la complicidad de quienes deberían imponer el orden.
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