Cuba, Corea, España… y hasta en Groenlandia. Con bases en más de 70 países, el Ejército de EE.UU. se mantiene listo para actuar en cualquier lugar del mundo en cuanto lo ordene su comandante en jefe


 

GUILLERMO D. OLMO / MADRID, ESPAÑA / ABC

Un veterano militar, ahora analista en la CNN, lo comentaba jactancioso mientras la cadena reproducía las imágenes del portaaviones Carl Vinson y su escolta rumbo al Mar de Japón: «Ahí te van cien mil toneladas de diplomacia, Kim Jong-un».

La travesía de esta portaaeronaves y su grupo de combate ha sido solo el último ejemplo de la capacidad del inmenso poder militar estadounidense. Apenas unas horas después de haber castigado desde aguas del Mediterráneo al régimen sirio por su presunta utilización de armas químicas contra la población civil, la US Navy se ponía en marcha en un teatro de operaciones tan alejado como el del Extremo Oriente, en el que también tiene enorme presencia. Pese a que son muchas las amenazas que hoy ponen en cuestión el liderazgo global de Washington, no hay estado que cuente con tal potencial bélico ni, —lo que es más importante—, la capacidad de activarlo tan rápido en cualquier lugar del planeta. Y esa es una baza diplomática indudable, la gran baza, quizá.

Es su inmensa red de bases militares en el extranjero lo que le granjea unas posibilidades operativas fuera del alcance de potencias rivales como Rusia o China. Los datos oficiales hablaban en 2015 de 686 instalaciones militares fuera del territorio de los cincuenta estados de la Unión. Por supuesto, no se incluyen ahí las secretas, como las que se cree que existen en Israel y Arabia Saudí. En realidad, es tal la magnitud del despliegue que resulta muy difícil de cuantificar. David Vine, autor del libro «Base Nation», sostiene que «hay tantas bases en el exterior que ni siquiera el Pentágono sabe en realidad cuántas son». Según los cálculos de este investigador, el número real rondaría las 800. Tampoco está claro cuántos militares que sirven en ellas. El pasado agosto, «The Economist» aventuraba la cifra de 150.000 efectivos, de los que cerca de 70.000 permanecerían estacionados en Japón y Corea del Sur, los dos vecinos amenazados por el arsenal nuclear con el que experimenta peligrosamente Pyongyang.

Asia, Europa, Cuba… hasta en los hielos de Groenlandia cuenta el Pentágono con una base aérea. Otras potencias disponen de algunas dependencias en el exterior, como Rusia en Latakia y Tartús, en Siria, pero no son más que un puñado que no resiste la comparación con la tupida red tejida durante la Segunda Guerra Mundial y los años de la Guerra Fría por EE.UU.

Un vistazo al mapa deja claras cuáles son las áreas prioritarias del interés estadounidense. La mayor densidad se concentra en las zonas de Europa Occidental, el Golfo Pérsico y Oriente Próximo, y la mencionada del Mar de Japón, lo que contrasta con la ausencia de instalaciones permanentes en el gran continente africano. Sin embargo, eso no significa que el Ejército renuncie a actuar allí. Desde el cuartel del «African Commander» (Africom) en la ciudad alemana de Stuttgart se ejecutan misiones como la anunciada la semana pasada para el envío de instructores que adiestren al Ejército somalí en su combate a la milicia yihadista Al-Shabaab.