LAS VEGAS (ABC).– Cuatro días después de la mayor matanza a tiros de la historia de EE.UU., Las Vegas recupera poco a poco el pulso. Los asistentes al festival de música «country» Route 91, sobre los que Stephen Paddock disparó una lluvia de balas desde el piso 32 del hotel Mandala Bay, acuden al recinto a buscar enseres personales o recuperar su coche. Se corrige el número definitivo de víctimas: 58 muertos y 489 heridos. La Policía levanta algunos controles y cierres de accesos y el «strip» de Las Vegas empieza a mostrar su tono festivo habitual. El polvo de la tragedia se asienta y deja espacio para las grandes preguntas: ¿tendrá la carnicería de Paddock -parapetado con una docena de fusiles automáticos- consecuencias para la regulación del acceso a las armas?

Es un debate tan explosivo como bloqueado. Tener un arma es un derecho fundamental protegido por la Segunda Enmienda de la Constitución y muchos estadounidenses -en su mayoría, votantes republicanos- se enfurecen cada vez que se plantea una regulación al respecto. La presión de los sectores más liberales de la sociedad para restringir el acceso a determinadas armas o mejorar los controles de quienes tienen licencia ha sido respondida cada vez con más firmeza en las últimas décadas. Para los defensores de las armas dar un paso atrás en ese derecho es vulnerar su libertad como ciudadanos. La presión de lobbies poderosos, como laAsociación Nacional del Rifle (NRA, en sus siglas en inglés), que ha hinchado las arcas del partido republicano para asegurar que nada cambie, y el apoyo mayoritario en los estados más conservadores han provocado que los republicanos -que ahora controlan la Casa Blanca y las dos cámaras del Congreso- hayan obstaculizado cualquier intento de reforma.

La matanza de Las Vegas, sin embargo, podría haber metido una cuña en el bloqueo que vive la regulación de armas. En los últimos días, la Policía ha constatado como Paddock modificó sus fusiles para hacerlos completamente automáticos. Estos últimos, que disparan una salva de balas sin descanso mientras se tenga el gatillo apretado, están sujetos a una regulación muy estricta. Los primeros vídeos y documentos sonoros del ataque dejaban claro que se trataba de una de estas armas, con ráfagas interminables de disparos. Ahora se sabe que Paddock compró unas culatas especiales («bump-stock» en inglés) para sus fusiles semiautomáticos y las instaló en doce armas. Esas modificaciones son baratas -apenas valen cien dólares- y legales, ya que no están reguladas como armas, sino como accesorios. Los demócratas del Congreso han visto en ellos una posibilidad de al menos avanzar en un aspecto de la regulación y, lo que es más novedoso, varias voces de peso del partido republicano parecen dispuestas a abrir el debate.

 La propuesta la trajo el miércoles la senadora demócrata Dianne Feinstein, de California, una histórica en la lucha por la regulación de las armas. Ya lo intentó en 2013, tras la masacre de Newton (Connecticut) -murieron veinte niños y seis adultos en un colegio-, pero en aquella ocasión era más ambiciosa, y buscaba la eliminación de los fusiles de asalto. Ahora se centra únicamente en esa modificación de la culata y accesorios con el mismo objetivo.

John Cornyn, de Texas, número dos de la mayoría republicana en el Senado, se mostró abierto a tratarlo: «Yo poseo muchas armas, soy cazador y creo que es un derecho como estadounidense, pero no entiendo el uso de esa modificación de la culata», dijo. «Me parece que es un área que hay que mirar y ver si requiere la actuación del Congreso». Su compañero de bancada Ron Johnson, de Wisconsin, fue más directo: «Yo no tendría problema en prohibirlas», dijo sobre esas culatas. Lindsey Graham, de Carolina del Sur, también dijo que estaba abierto a debatirlo, como, John Thune (Dakota del Sur), Orrin Hatch (Utah) o Marco Rubio (Florida), que dijo estar dispuesto considerar «vulnerabilidades de la ley federal para prevenir ataques como este en el futuro».

Ligeras esperanzas

Paul Ryan, el líder republicano en la Cámara de Representantes, dijo en una entrevista con MSNBC que es algo que «hay que considerar». Como muchos otros legisladores, no conocía la existencia de esas culatas hasta la tragedia de Las Vegas.

El cálculo político será clave para determinar si la propuesta sale adelante. Diez senadores demócratas se juegan su reelección el año que viene en estados rurales, donde las armas son populares y donde Donald Trump se impuso en las presidenciales del año pasado. La opinión del presidente también será clave. Por ahora ha dicho que no es el momento de hablar de ello.

Si el pasado da lecciones, el pronóstico para esta regulación es negativo. Las matanzas de Virginia Tech, Newton u Orlando en la última década no consiguieron desbloquear la oposición republicana a ningún cambio. Ayer, la web de una compañía que vende estas culatas modificadas anunció que no había disponibilidad: no porque se hubiera demostrado como un accesorio mortífero, sino porque estaba sobrepasada de encargos.